SEX MUSEUM Independence (LP+CD)

18,99 €
REFERENCIA: SXM-02-2016

Disponibilidad: Fuera de existencia

Descripción

1988 y 89 fueron años excitantes de giras por Europa y conciertos constantes, todo estaba cambiando y estábamos en uno de esos momentos en “tierra de nadie” en la que avanzábamos hacia lo desconocido. No era algo nuevo para nosotros, pero después de haber encontrado un público entre mod y garagero, ahora habíamos decidido endurecer nuestra propuesta y llevar todo un paso más allá. Teníamos poco y habíamos decidido apostar a todo o nada. Como compañero de viaje y aliado había aparecido Juan Hermida con su sello Romilar D, que parecía comprender y compartir nuestra dirección y que se convirtió en un apoyo fundamental. Las giras por la Europa de finales de los 80, en casas ocupadas y squats, los grupos con los que compartíamos escenario y los personajes extremos que íbamos conociendo sirvieron para que definitivamente cortáramos el cordón umbilical que nos mantenía aún unidos con la realidad musical y cultural española.
En esa época la Malasaña en la que nosotros vivíamos, la del Agapo, el Malandro, La Vaca Austera o La Vía Láctea, se estaba también radicalizando. Poco a poco se habían desterrado los restos de la Movida Madrileña y del rock urbano que pudieran quedar. Además habían ido apareciendo un montón músicos de fuera, sobre todo norteamericanos, que decidieron que Madrid era un buen sitio para disfrutar de algo salvaje y vibrante. No era momento de intentar cambiar nada, era momento de blindarnos y que nos dejaran en paz en un barrio en el que gracias a que aún estaba lleno de putas, de yonquis y de camellos, el madrileño típico no quería ni pisar. Así era nuestro hábitat: sucio, peligroso y en ruinas. Y gracias a eso nos fuimos extremando y aislando de todo.
Ahí nació este disco, entre las noches en los garitos de Malasaña y las giras europeas por squats, gracias a la vibración que nos proporcionaban las bandas junto a las que vivíamos o tocábamos. Nuestras influencias se iban alargando hasta los 70, hasta BÖC o Alice Cooper, Blue Cheer o MC5, de los Stooges a los Deep Purple o Pretty Things más setenteros, el paso de los Small Faces a Humble Pie y los Who de estadio. Además de eso ahí estaban los Miracle Workers, los Nomads, los Celibate Rifles, The Fluid, Mudhoney o la vuelta de Neil Young al rugido primigenio.
Pero más allá de lo musical, queríamos hacer las cosas a nuestra manera, tomar nosotros todas las decisiones, empezar un camino nuevo y cortar radicalmente con todo lo que no nos atrajera profundamente. Queríamos ser una unidad musical independiente y a partir de ahí ir encontrando a nuestros nuevos compañeros de viaje.
La grabación del disco fue sencilla y rápida, pero la mezcla trajo problemas, igual que nos había pasado en las grabaciones anteriores. Todo nos sonaba muy limpio y pulcro, y por mucho que le apretáramos en el estudio, las grabaciones estaban a mil kilómetros de cómo sonábamos en directo. Los técnicos de sonido solían ser los dueños del estudio y no permitían forzar nada, bien porque creían que se podían romper los aparatos o porque iban a tirar su reputación por los suelos. Las grabaciones y las mezclas solían estar llenas de tensiones que derivaban pronto en mal rollo, porque éramos muy jóvenes y poco respetables y porque no hacíamos otra cosa que tocar los huevos. Siempre me asombraba que fuera imposible subir más las guitarras. Este fue el último disco que grabaríamos con un técnico de sonido mucho mayor que nosotros.
La decisión estaba tomada y era un buen momento para dar un primer paso hacia algo más visceral que acabó de tomar forma en la década siguiente, la de los 90.

Detalles

1988 y 89 fueron años excitantes de giras por Europa y conciertos constantes, todo estaba cambiando y estábamos en uno de esos momentos en “tierra de nadie” en la que avanzábamos hacia lo desconocido. No era algo nuevo para nosotros, pero después de haber encontrado un público entre mod y garagero, ahora habíamos decidido endurecer nuestra propuesta y llevar todo un paso más allá. Teníamos poco y habíamos decidido apostar a todo o nada. Como compañero de viaje y aliado había aparecido Juan Hermida con su sello Romilar D, que parecía comprender y compartir nuestra dirección y que se convirtió en un apoyo fundamental. Las giras por la Europa de finales de los 80, en casas ocupadas y squats, los grupos con los que compartíamos escenario y los personajes extremos que íbamos conociendo sirvieron para que definitivamente cortáramos el cordón umbilical que nos mantenía aún unidos con la realidad musical y cultural española.
En esa época la Malasaña en la que nosotros vivíamos, la del Agapo, el Malandro, La Vaca Austera o La Vía Láctea, se estaba también radicalizando. Poco a poco se habían desterrado los restos de la Movida Madrileña y del rock urbano que pudieran quedar. Además habían ido apareciendo un montón músicos de fuera, sobre todo norteamericanos, que decidieron que Madrid era un buen sitio para disfrutar de algo salvaje y vibrante. No era momento de intentar cambiar nada, era momento de blindarnos y que nos dejaran en paz en un barrio en el que gracias a que aún estaba lleno de putas, de yonquis y de camellos, el madrileño típico no quería ni pisar. Así era nuestro hábitat: sucio, peligroso y en ruinas. Y gracias a eso nos fuimos extremando y aislando de todo.
Ahí nació este disco, entre las noches en los garitos de Malasaña y las giras europeas por squats, gracias a la vibración que nos proporcionaban las bandas junto a las que vivíamos o tocábamos. Nuestras influencias se iban alargando hasta los 70, hasta BÖC o Alice Cooper, Blue Cheer o MC5, de los Stooges a los Deep Purple o Pretty Things más setenteros, el paso de los Small Faces a Humble Pie y los Who de estadio. Además de eso ahí estaban los Miracle Workers, los Nomads, los Celibate Rifles, The Fluid, Mudhoney o la vuelta de Neil Young al rugido primigenio.
Pero más allá de lo musical, queríamos hacer las cosas a nuestra manera, tomar nosotros todas las decisiones, empezar un camino nuevo y cortar radicalmente con todo lo que no nos atrajera profundamente. Queríamos ser una unidad musical independiente y a partir de ahí ir encontrando a nuestros nuevos compañeros de viaje.
La grabación del disco fue sencilla y rápida, pero la mezcla trajo problemas, igual que nos había pasado en las grabaciones anteriores. Todo nos sonaba muy limpio y pulcro, y por mucho que le apretáramos en el estudio, las grabaciones estaban a mil kilómetros de cómo sonábamos en directo. Los técnicos de sonido solían ser los dueños del estudio y no permitían forzar nada, bien porque creían que se podían romper los aparatos o porque iban a tirar su reputación por los suelos. Las grabaciones y las mezclas solían estar llenas de tensiones que derivaban pronto en mal rollo, porque éramos muy jóvenes y poco respetables y porque no hacíamos otra cosa que tocar los huevos. Siempre me asombraba que fuera imposible subir más las guitarras. Este fue el último disco que grabaríamos con un técnico de sonido mucho mayor que nosotros.
La decisión estaba tomada y era un buen momento para dar un primer paso hacia algo más visceral que acabó de tomar forma en la década siguiente, la de los 90.

¿Necesitas más datos sobre este artículo? ¿Lo has encontrado en otro sitio a mejor precio? ¿Tienes alguna duda acerca del proceso de compra?
Escríbenos tu consulta y te responderemos lo antes posible.

Contacto

Información de contacto

(*) Campos Obligatorios