Han sido años de búsqueda, de pocas prisas y muchas pausas, -una de ellas detuvo el mundo de manera insólita-, de ensayos y aciertos, buceo y reflexión, de conciertos y desconciertos para, por fin, encontrar la música que realmente querrían consumir sus cinco miembros de no ser la propia, para tratar de ser el grupo que querrían ver en directo, para saldar viejas deudas con su naturaleza más íntima, con su ADN. No hay ninguna banda de referencia patente en el sonido final, pero están todas. Pocas pistas quedan ya de esos primeros pasos que condujeron a un lugar tan diferente, a un universo tan particular. No es pop, no es rock, no es ska, no es soul, no es indie ni new wave, pero es todo a la vez.
Ha sido constatar que la ausencia de referencias nacionales, lejos de ser un hándicap, constituía su principal fortaleza. De nuevo la paradoja, los ecos sonoros venían de lejos, pero la lírica estaba en casa. Evolución, que no revolución, y el castellano que por su propio peso se convierte en lengua vehicular tras esa “B” que sigue siendo la misma desde su primer lanzamiento discográfico. O quizá ya no.
Tras este necesario paso por el laboratorio sónico, BRIATORE, por fin es BRIATORE, tiene muchas cosas que decir, Clifford Records lo sabe, y ambos comparten un plan.